En torno al fin del año, al igual que en otros periodos, es común que algunas personas realicen ritos, porten ropas o muletos para atraer buena suerte, amor, dinero, salud, etc. A esta creencia irracional y sin fundamento, que consiste en atribuirle a objetos, hechos o sucesos poderes mágicos o sobrenaturales, se le conoce como superstición, dice el Catecismo: «La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone» (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2111).
Nos dimos a la tarea de salir a preguntar a cien personas sobre las prácticas que realizan y también si ellas se consideran supersticiosas. Es muy curioso lo que encontramos. De 100 sólo 55 afirman realizar algún rito esperando redunde en bienestar o prosperidad, el promedio de edad de los encuestados es de 28 años. Después de preguntar por las costumbres se les cuestionaba sí podían dar una definición de superstición, sólo el 50% del total supo dar una respuesta acercada, pero no correcta. El 45% que en la sinceridad admite, será con lo que trabajaremos, y donde encontramos lo curioso.
Dentro de estas creencias, las que se encuentran más arraigadas para estas fechas en nuestra cultura son las doce uvas, que del 100% que acepta realizar algún rito tiene un 70%; y la ropa, como los calzones rojos esperando el amor, con un 30%. Lo que más llama la atención es el hecho que del 100% que acepta hacer algo por seguir la superstición, sólo el 40% se considera una persona supersticiosa, en otras palabras: de 45 que admiten realizar dichos hechos sólo 18 se considera supersticiosa. Y el resto dice hacerlo no porque crean en ello, sino sólo por si las dudas, por sí se cumple.